MI BAUTISMO

Por Vanesa

La primer pelea de nuestra amiga Vanesa Luchetti

vanesaluchetti@hotmail.com

http://gloriosasguerreras.blogspot.com.ar/

 

En la actualidad tengo 30 años y soy artista marcial. De chiquita era callada y silenciosa. En el comienzo del secundario me gustaba ver cuando dos chicas peleaban en el baño y era excitante ver emerger a una vencedora. En ocasiones alguna compañera me empujaba, me tiraba de los cabellos y no decía nada, porque no me animaba a pelear. De pronto todo cambió cuando tuve 15 años y fui con mi familia a Villa Gesell, ciudad costera argentina. Gran parte del tiempo me la pasaba en una playa poco concurrida. Un día me senté en unos médanos y me puse a observar que cerca, se encontraba una chica de unos 17 años, que después me enteré se llamaba Sofía,  hacía algo que me llamó la atención.  Vestida con su atuendo de taekwondo efectuaba " katas " o sea simulacros de lucha a solas.  Era alta, cara bronceada, muy delgada, cabellos largos castaños y descalza. Muy curiosa me quedé a observarla. Era cinto naranja, de poca valoración pero para mí que no sabía nada de eso era un montón.

Una pelea espontánea

La cosa empezó bien pero de a poco noté su arrogancia y altanería. Sus ejercicios levantaban arena y molestaba a dos chicas que cerca tomaban sol. Ella seguía como si nada. En eso una de las chicas, hermanas creo porque eran muy parecidas, se paró y le recriminó que tuviera más cuidado. La artista marcial sin pérdida de tiempo la desafío a pelear. La morochita de unos 15 años, rellenita ella, con más bronca que otra cosa aceptó. En ese momento estábamos las cuatro solas, la cinto naranja se le fue encima y la acribilló a patadas a diversos lugares, en vano fueron los golpes de la rellenita que fueron todos al aire. Sofía al grito de "Soy taekwondista y te voy a dar tu merecido", concluyó a su rival con un golpe descendente que la dejó aturdida y en la arena. Sofía se regodeó e invitó a luchar a la "hermana" en tono intimidatorio:"Vení a probar vos ahora yegua” La hermana, algo menos menudita que la otra y también quinceañera, viendo a su compañera retorcerse en el suelo de dolor, con más furia que convicciones se adelantó ante la agresora. Sofía no perdió el tiempo, tres bofetadas, una patada al estómago y cuando dobló le asestó un planchazo que la desplomó. No contenta con eso la taekwondista seguía castigándola en el suelo.

Mi primera pelea

Todo había empezado lindo como un duelo entre dos chicas, pero esas escenas de martirio, arrogancia y prepotencia me sublevaron. Yo también era de 15, por esa época muy flaquita, de 60 KG y 1,65 de altura.  Tenía un bikini azul y el cuerpo tostado que hacía más visible mi cabellera rubia un poco por debajo de los hombros.  A mí me gustaba la acción Fem Vs Fem pero nunca había peleado, menos con una cinto naranja, pero ese día, en ese instante se me despertó para siempre la “india” que tengo adentro. Lo ocurrido me resultaba bochornoso y no dudé en bajar de ese médano. Me acerqué hasta el lugar dónde esa estúpida continuaba castigando a la otra chica y le grité:“Termínala nena, ya basta". Sofía sorprendida dejó de golpear, se incorporó y con desprecio me dijo "¿Vos quién carajo eres?" . "Vanesa”, le dije con seguridad. Para ese entonces ya estábamos nariz con nariz, yo era apenas unos centímetros más alta. Con odio me espetó: "Quieres que te rompa bien el culito como a ellas, puta sucia?". Me hervía la sangre, por las injusticias, por los insultos, por todo. Juro que no lo pensé, de pensarlo no lo hubiera hecho. Con el alma más que con la voz le retruqué "Sí, dale""Ahora vas a conocer mi taekwondo, puta sucia" me amenazó. Acto seguido Sofía me tomó del cuello y me aplicó varias bofetadas, luego me agarró de la cabeza y me tiró a tres metros de distancia. Me persiguió y con una elemental técnica descargó varios puntapiés en mi tostado del cuerpo. Yo sólo conseguía responder esporádicamente con más entusiasmo que conocimiento.  Llegué a sentir el infierno en el que me había metido pero ya era tarde para lamentos. Sus pies como pistones marcaban el ritmo de la lucha. Me dominaba por ser artista marcial. Preocupada porque sabía que me destruiría, me abalance  para una lucha callejera cuerpo a cuerpo.  Ahí logré emparejar el match, ya no era taekwondo, era rodar por la arena, agarrarse fuerte y tirarse de los pelos.  Tal fue el rodar que nos arrimamos al límite de la playa dónde se separa la arena seca y caliente de la mojada. Habían pasado cinco minutos ardorosos, acaso para ella más de media hora por su entrenamiento y dos luchas anteriores. Por aquélla razón noté algo de cansancio en Sofía y que respiraba con la boca abierta. Ella lo sabía también y por ende salió a rematar a la "Puta sucia" o sea yo, a la vista de las hermanas doloridas que miraban absortas la contienda.  Recuerdo me arrinconó contra un poste de luz y me "tiró" de todo: jabs, ganchos, patadas, etc. A mí me quedó sólo el clinch para zafar, dónde se juntaron nuestros sudorosos cuerpos, el mío en bikini,  el de ella con su traje marcial. Me arrojó un derechazo que pude esquivar, por la violencia, ella quedó mal parada, de costado y casi sobre mí. No dudé un instante, era ahí o nunca. Le apliqué un rodillazo al bajo vientre que dio de lleno en sus entrepiernas (donde más duele) y cuando se agachó dolorida, le di un golpe poco ortodoxo pero seco con el filo de la mano en su cuello. Para mi éxtasis y el de las hermanas, Sofía se derrumbó boca abajo, exhausta, aturdida, sin aire y con toda su melena despeinada. Sin pensarlo me tiré arriba de ella y le tomé la cabeza por atrás, ella no respondía. Luego me senté en sus hombros, la agarré de los pelos y le solicité su rendición. Al no hacerlo le introduje su cara adentro de la arena una y otra vez hasta llenársela de este material. La situación estaba controlada pero como buena mujer yo quería más: su rendición y humillación. La arrastré de un brazo a cinco metros de allí dónde estaba la arena mojada y un charquito. La arrojé con violencia al espejito de agua, su traje blanco quedó marrón, se había abierto y asomaban sus tetas.  Su cuerpo, cara y pelo le hacían juego con el color sucio del agua. La puse de nuevo boca abajo y me arrojé sobre ella. La agarré de los pelos y le hundí la cabeza en el charquito, su nariz quedó clavada en el fondo. Al no poder respirar, desesperada forzó su cabeza hacia arriba gritando: "Me rindo, me rindo". Ahí experimenté el primer sublime placer femenino de ganarle a otra mujer. Sofía estaba verde de vergüenza por dentro y marrón por fuera. Pero yo quería más, humillar a esa soberbia aunque más no fuera oralmente. Le pedí que me dijera esa frase que me había ofendido tanto al principio de la lucha como modo de capitulación. Era una mujer dura, pero le hundí varias veces la cabeza en el agua, para obligarla a rendirse y hasta le dije:“Te ahogaré si no te rindes”. Logré darle miedo y finalmente reconoció: "Eres la mejor, me ganaste, la puta sucia soy yo”. Muy feliz la dejé en el charquito, dolorida, vencida, humillada y con sus tetas sucias desnudas. Las hermanas me abrazaban como únicas y privilegiadas testigos de mi primera victoria en una pelea. Los días sucesivos volví a esa playa y a la misma hora, pero la taekwondista  no volvió y no la vi más. Sofía quizás ese día dejó en el charquito su soberbia marcial, tal vez de vergüenza y escarmiento nunca volvió a ponerse su traje blanco y más que seguro anda por la vida recordando su triste papel de puta sucia. Desde ese momento nació y surgió mi carrera en el taekwondo que ya tiene varios años y muchos títulos ganados.    Vanesa para las amigas.

                                            FIN

 

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