MI PRIMERA LUCHA. Por Sra. X

 

Historia real – Recopilada por Alegría

En España, mi marido y yo somos aficionados a la lucha erótica femenina y mixta desde hace ya algún tiempo. Antes que contaros mi primera lucha, quisiera mencionar más sobre nosotros. Mi nombre no interesa, soy hija de padres alemanes, tengo 41 años, mi marido Fernando de 50 años, tiene unos amigos que viven en el norte de Francia a los que fuimos a visitar hace un año y nos contaron lo de la lucha erótica. Ellos hacen años que la practican tanto Silvia como Joaquín. Incluso disponen de un ring desmontable, que instalan en el amplio garaje de su casa o en el jardín si es en verano. Tanto ellos como nosotros no tenemos hijos. Al principio nos sonaba un poco a chiste lo de la lucha, pero a medida que fuimos descubriendo de qué se trataba se nos fue dando morbo. Nos contaron alguna lucha y nos enseñaron fotos de Silvia luchando con una francesa de 55 años muy fuerte, también fotos de Joaquín luchando con el marido de ella, un fortachón de su edad. Entre todos me animaron a una lucha con Silvia, en especial Joaquín que quería ver el espectáculo, finalmente acepté. Una mañana después de desayunar, Silvia y yo nos preparamos mientras ellos ponían en el jardín un amplio tatami y lo sujetaban a los árboles del jardín con las cuerdas que delimitaban el ring. Era más grande de lo habitual, pero quedaba perfecto. Silvia me dio algunas Instrucciones para luchar, me dijo que también suele gustar que exageremos un poco al aplicar o sufrir alguna llave, ya que eso es más morboso. Ella tiene experiencia en lucha entre mujeres y lo acepté. De paso les digo que las dos somos bisex. Cuando ellos tuvieron todo preparado nos avisaron y tomaron asiento, nosotras entre risas nerviosas nos pusimos una pequeña tanga, la mía rojo y negra la de Silvia. Cada una teníamos encima una bata de seda, estábamos con los pechos desnudos, descalzas y salimos al jardín dándole un poco de intriga al juego. Fuimos hasta el ring y entramos procurando darle morbosidad. Silvia me fue explicando como luchar, así que me quité la bata y me exhibí ante ellos mostrándoles mis bíceps y mis encantos femeninos. A los dos se les salían los ojos de verme así. Debo decir que soy más bien alta, 1,75m peso 75kg rubia con el pelo corto y uso una talla 110 de sujetador. Como suelen decirme que estoy maciza. Silvia se quitó la bata igual que yo, ella es algo más morena baja pero con pechos más abundantes. Listas para la lucha y ligeramente inclinadas nos observamos moviéndonos en círculos. De pronto comenzamos a forcejear y comprobé que ella tiene mucha fuerza por lo que debía esforzarme al máximo para mantenerme en pie. Con habilidad me sorprendió dándome un golpe en el vientre con su puño, no fue excesivo pero suficiente para que me inclinase dolorida, llevando mis manos a mi vientre. Silvia aprovechó para empujarme hacia las cuerdas quedando de espaldas a nuestros hombres, entonces agarró mis pechos y los apretó con fuerza, haciendo que me quejara de dolor. Sacudí mi cuerpo y como pude me liberé e sus garras, seguimos forcejeando, caímos al suelo y rodamos abrazadas con las piernas entrelazadas, quedando yo boca abajo. Mi adversaria se sentó en mi cintura, me tomó por la barbilla y me arqueó la espalda y con ella la médula espinal. Creí qué iba a partirme en dos, por momentos me soltaba y volvía una arquearme de nuevo. Luego supe que a esa llave se le llama “camello” o algo así. Aquella situación de indefensión ante ellos y sentirme expuesta, me produjo una intensa excitación. Mí marido y Joaquín se habían levantado y puesto justo delante de donde estábamos para ver mejor la escena, luego nos contarían que verme arqueada con mis pechos colgando y mis pezones duros como granito ¡fue tremendo! Estando en esa posición el dolor me era insoportable y me rendí. Estaba agotada, permanecí boca abajo recuperándome un poco, Silvia me dio la vuelta y al igual que una amazona victoriosa, puso la planta de su pie entre mis pechos, levantó sus brazos en alto y mostró su cuerpo a mi marido y a Joaquín. Mi rival me había vencido en contados minutos y nuestros hombres aplaudían emocionados. Fue una experiencia increíble y nos encantó. Sentir mi cuerpo sudoroso pegado al de Silvia, forcejear y tener esa sensación de indefensión ante una hembra más fuerte ¡fue magnífico!. En los días y siguientes, repetimos algunas luchas más y aunque mejoré mi actuación, igual Silvia acababa imponiéndose físicamente con una mejor experiencia y técnica.  

                                                 FIN

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