Escrito por Alegría.
CAPÍTULO I:
La mujer de sangre latina constituye una deliciosa mezcla de belleza, inteligencia, elegancia y de volcánicos instintos con los que generosamente endulzan el amor. Su temperamento fogoso, a
veces desenfrenado es superior al de otras razas. Por ello y otras virtudes, es una maravillosa creación de la que disfrutan ciertos hombres que tienen la suerte de ser amados con pasión por una de
ellas. Hace un tiempo, se comunicó por E-Mail con nuestra Homepage, una persona que se identificó con un médico de origen alemán, llamado Urs. Dispuesto a contar una historia real. Lo que sigue a
continuación fue relatado por éste señor quien presenció los hechos y no quiso revelar la nacionalidad de las protagonistas ni el lugar geográfico donde estuvo. Sólo dijo que ocurrió en Sudamérica,
en enero de 1997, sin más aclaraciones. Según su relato, era un hombre joven y soltero muy codiciado por las damas. Carmen (24), era una estupenda odontóloga, rubia de ojos azules y de unos 60 kilos,
era su novia y él era Director del Hospital donde ambos trabajaban. Si bien es cierto ese centro hospitalario estaba ubicado en una población rural, era muy importante para la zona. Aunque no vivían
juntos, el romance funcionó muy bien por largos meses. El trabajo con los pacientes era cada vez mayor y pronto ese Hospital fue reforzado con una nueva doctora. Se llamaba Laura (28), morena
divorciada de excelente figura, más delgada que la rubia y tal vez de unos 55 kilos. Venía procedente de una prisión de mujeres, donde había trabajado por dos años como médica. Era verano y
normalmente concurría vestida con un breve delantal blanco muy transparente que marcaba sus prendas interiores. Era una mujer divertida y sin prejuicios que motivaba comentarios de todo orden entre
el personal estable. Poseía una considerable dosis de ácida competencia para las personas de su mismo sexo. A Urs, le fascinaban las experiencias del anterior empleo de esa doctora. Ella lo había
notado y ponía énfasis en sus relatos. En las cárceles de mujeres, la violencia es moneda corriente y su mayor trabajo consistía en curar lesiones. También contó que por razones de seguridad, fue
obligada junto con otras empleadas de esa prisión a realizar un curso de defensa personal donde muy contenta concurría 3 veces por semana para descargar tensiones. El lugar era un gimnasio donde una
profesora las entrenaba en Yudo. Las clases se daban sobre una colchoneta y por un principio muy femenino, lo que más les excitaba era lograr la capitulación verbal de la oponente. Como todas eran
mujeres adultas, ponían mucho empeño y orgullo para ganar. Ella no era muy buena y normalmente la vencían en la mayoría de las veces. Nunca aprobó los primeros exámenes, pero sabía defenderse llegado
el caso de una pelea real con "técnicas adicionales". El Yudo era de enseñanza obligatoria, pero algunas de personalidad más agresiva, también aprendían boxeo. Ello la hizo recordar sus épocas de
estudiante cuando las jóvenes universitarias luego de una discusión, se encerraban en el gimnasio para cruzar guantes. Lo hacían con gran determinación y en el 100% de los casos el problema quedaba
resuelto sin lesiones importantes. Aunque ella nunca se batió, comentó con entusiasmo, que el boxeo deportivo es la forma más práctica para ponerse de acuerdo entre mujeres. Por otra parte contó que
el gimnasio de la prisión, también era usado en forma clandestina por las guardianas para enfrentar a dos presas en un duelo importante. Lo que más le impresionaba como médica, era el estado
lamentable que presentaban dos presas luego de una pelea a mano limpia. Las peleas a puñetazos (igual que varones), son tradicionales en las prisiones de mujeres debido a que no quedan dudas sobre la
real vencedora. Por ello es una forma valiente muy popular de combatir entre ellas. Pero las veces que se batían como gatas salvajes, usaban sus uñas como afiladas navajas para herir sus intimidades.
No existe mujer alguna que no sepa usar hábilmente sus manos en una lucha y en todos los casos el conflicto termina cuando una de las combatientes quedaba fuera de combate. Son muy pocas las presas
que no conserven alguna cicatriz. Pero lo peor era la humillación final que recibía la vencida. Es una especie de "ritual" obligatorio, el forzar a la derrotada a lamer las intimidades de la
vencedora y ocurre en las cárceles de todos los países. La víctima siempre queda con importantes alteraciones psíquicas. Nada hacían las guardianas por evitarlo y preferían que las reclusas
resolvieran sus problemas como "damas". En esa prisión había más de 200 mujeres y sus códigos entre ellas eran muy duros. Casi todas las razas estaban representadas, pero las latinas y las asiáticas
eran las más feroces. Según recuerda la última líder había sido una Venezolana, luego de haber vencido en un duelo a puñetazos a una joven rubia norteamericana que se lo disputaba. Laura atendió a la
derrotada que permaneció internada en la enfermería algunos días. Urs se sentía atraído por esa doctora y las veces que solían conversar, ella lucía con toda picardía un corto guardapolvo con 5
botones en su frente. Los dos últimos estaban desabrochados. Por eso al cruzar deliberadamente las piernas mostraba más de lo debido. Él estaba gratificado y no necesitaba que le dijesen el color de
las bragas de ella... Carmen muy contrariada comenzó a notar que estaba siendo desatendida por su novio y lo que es peor desplazada por una casquivana que descaradamente quería quitarle su novio
delante de sus narices. La tensión entre las dos profesionales era evidente. No se hablaban y cuando lo hacían se cruzaban críticas irónicas. Por su culpa había reñido con su novio y según le dijo,
no descartaba la idea de enfrentarla en algún momento a solas.
CAPITULO II:
Ya había pasado un mes de la llegada de Laura, cuando una noche lluviosa, cansada de esperar a Urs, Carmen fue a busca a su novio al Hospital. Su sorpresa no tuvo límites cuando al ingresar al
despacho del Director, encontró a esa doctora besando a su novio. El escándalo fue mayúsculo y Carmen, luego de insultarla abofeteó a Laura. Por toda respuesta la agredida hizo algunos pasos hacia
atrás para sustraerse de nuevos ataques y luego muy calmada le dijo que no era precisamente el Hospital, el lugar adecuado para arreglar un tema como el suscitado. Inmediatamente se desabrochó el
sostén y mostrando sus pechos desnudos, la desafió a pelear en la casa de Urs, para definir el asunto de "mujer a mujer". Los ojos de la rubia estaban desorbitados por la ira y sorprendida por la
reacción. Su feminidad estaba en juego delante de su hombre y desnudando también sus pechos aceptó de inmediato. Era imposible negarse. Por algunos segundos estuvieron frente a frente mirando con
desprecio sus descubiertos bustos. Era la pose clásica y desafiante que adoptan las mujeres antes de una pelea. Sus rostros estaban endurecidos y sin dejar de observarse, arreglaron sus vestimentas.
En pocos minutos llegaron a dicha casa y Urs fue obligado a aceptar y a no intervenir. El lugar elegido fue el garaje donde se dispuso de una amplia alfombra. Curiosamente no hubo gritos y sólo se
pusieron de acuerdo en los detalles habituales antes de un duelo. Pelearían sin reglas y la vencedora obtendría todos los derechos. Urs sabía que Carmen, nunca había peleado de adulta, pero tenía más
fortaleza física por haber practicado gimnasia. En cambio su desafiante había aprendido defensa personal, aunque tampoco poseía experiencia de una riña real. Él no tenía dudas que su novia le daría
una lección inolvidable. Luego de los preparativos, la doctora que era la que menos prejuicios tenia, se quitó el guardapolvo y la ropa interior, quedando completamente desnuda. Carmen dudó unos
instantes pero luego la imitó. Para animarla Laura, con gran soberbia le aclaró que era muy natural que dos mujeres se batieran desnudas como verdaderas hembras por el amor de un hombre. Es la mejor
prueba de valentía y feminidad para descubrir quien es la mejor. Urs relató, estaba azorado por lo que veía, pero no extrañado. En los rings de los cabarets de Hamburgo, había visto violentas luchas
de mujeres desnudas que son muy populares en Alemania. Pero esto era diferente y seguramente sería muy feroz. Mientras hablaba, la morocha adoptó una pose provocativa muy femenina, donde exhibía al
completo el enmarañado y oscuro "monte de Venus". Lo hacía con placer y contrastaba con los rubios y ensortijados vellos de la odontóloga. En ambos casos, la abundancia de pelos tapaban por completo
las ranuras vaginales. Para no ser menos la rubia, también la imitó en sus movimientos. Había fuego en los ojos de las mujeres, mientras frente a frente asumían poses de desafío. Disfrutaban con
mostrarse mutuamente sus pechos y la selva de sus pubis, despreciando los de la rival. Era una suerte de competencia femenina para imponer su supremacía sexual muy entendible. A decir por quien
relató estos hechos, la escena tenía un alto condimento erótico que ellas se habían propuesto para impresionarlo. La belleza de los cuerpos era magnífica sin abundancias y excelente armonía. Las dos
estaban muy celosas, pero la ira estaba controlada para los minutos venideros. Con ásperas palabras Carmen le dijo que si quería "robarle" a su hombre primero tendría que vencerla y agregó que,
¡Ninguna hembra de verdad se deja quitar su amor sin pelear!. La morocha prometió que en unos momentos le daría una paliza y luego se quedaría con Urs.
CAPITULO III:
Ambas mujeres se habían propuesto ganar en forma definitiva. Con gran decisión, demostrando valentía, comenzaron a empujarse con los pechos poniendo las manos en sus cinturas y levantando sus
cabezas. Mientras lo hacían, la morocha reiteró que le daría la paliza de su vida y luego se haría lamer el sexo... Urs enrojeció, pero comprendió que era natural que dos mujeres se dijesen esas
cosas antes de una pelea. Carmen le respondió que sería ella la vencedora y muy pronto su novio vería quien lamería el sexo a quien....Las dos duelistas, con las palabras más vulgares y obscenas se
prometieron un denigrante final. Laura a manera de desafío la empujó varias veces su sexo, lo que fue correspondido de igual manera. Es decir, ambas se golpeaban con sus montes de Venus. Entonces
para enfurecerla más agregó sonriendo que: "luego de terminar con ella, se acostaría con él y sería la dueña todo su semen... ". La rubia le hizo girar el rostro con un fuerte puñetazo, pero no la
pudo derribar. Fue el inicio de la pelea. Inmediatamente como obedeciendo a una orden del instinto, sus manos sacudieron la cabellera de la respectiva adversaria en una prueba de resistencia al
dolor, al mismo tiempo que clavaban sus dientes en los hombros enemigos. Varias veces las rodillas de ambas duelistas subían y bajaban tratando de golpear la vulva enemiga lo que motivó un agitado
movimiento de cinturas con apagados gemidos nerviosos. Sólo la rubia logró su objetivo. La morena lanzó un corto grito de dolor y antes de caer, sus piernas se trabaron y ambas cayeron pesadamente
sobre la alfombra. Luego de rodar un par de veces para ambos lados, la mujer divorciada estaba perdiendo fuerzas rápidamente. Para aprovechar el momento, una lluvia de golpes cayeron sobre su
desprotegido rostro. Carmen con un peso superior, estaba tratando de sentarse sobre el estómago de la doctora para dominarla por completo. Por su ubicación de espectador, Urs veía la espalda de su
novia y sus puños cuando subían y bajaban con fuerza. Los pechos y la cara eran los blancos elegidos. A cada golpe que recibía, las piernas de la morocha se levantaban mostrando la intimidad de sus
muslos y la oscuridad de su voluptuosa selva negra. La rubia cabalgaba y castigaba a su enemiga como si estuviese domando un potro salvaje. Ambas jadeaban por el esfuerzo, pero la doctora también
gemía por el castigo que estaba recibiendo. Era una auténtica pelea de hembras por la supremacía de una de ellas. El calor era sofocante, la piel de las rivales estaba completamente humedecida por el
sudor y finas gotas de transpiración caían sobre el cuerpo de la mujer que estaba de espalda contra el suelo. En un determinado momento, fatigada y con un insostenible dolor en los pechos, la
divorciada dejó de moverse. Carmen rápidamente apoyó su sexo sobre la cara de ella. Estaba de rodillas sobre su enemiga y parecía una diosa vencedora, sus pezones estaban endurecidos y sus músculos
en máxima tensión. La cabeza y los brazos de la morena estaban inmovilizados por dos poderosos muslos, y tenía sus ojos marrones desmesuradamente abiertos observando con impotencia la exuberancia del
sexo de su rival. Gran parte de su cara estaba oculta bajo un espeso manto de vellos íntimos que mojaban sus mejillas con un cosquilleo desagradable. La rubia se apoyó mejor y Laura con horror sintió
sobre sus labios el calor de la vagina con toda su humedad y su penetrante aroma. La presión era intensa, la respiración se hacía dificultosa y tenía nauseas. Era el momento sublime, esperado por
toda mujer cuando gana una pelea. Carmen en posición dominante y con inocultable soberbia, la estaba "humillando de mujer a mujer". Con precisos movimientos, acomodó el clítoris sobre los labios de
la morena y con duras palabras le exigió que lo lamiera o la estrangularía. Parecía el fin. Pero Laura, era experta en el "duelo de uñas" que había aprendido de las reclusas a quienes curaba de esas
heridas. Con gran desesperación y esfuerzo pudo liberar una mano y atacó el sexo de la rubia. Ella no esperaba esa reacción y fue tomada por sorpresa. Comprendiendo el peligro hizo denodados
esfuerzos para defenderse saltando a un costado y cayendo de espalda. El terror estaba dibujado en las mejillas de Carmen y fue el momento más animado de toda la riña. Agudos chillidos de ansiedad se
escuchaban de ambas partes. Ahora era la rubia quien sacudía sus torneadas piernas en el aire mostrando en plenitud, la belleza de su desprotegida vulva. Estaba a la defensiva y a toda costa quería
alejar a su enemiga. Con un gesto de ferocidad en el rostro y una dinámica acción de sus manos, Laura saltó sobre la rubia, venciendo velozmente las desesperadas defensas de la odontóloga. Con
habilidad innata curvó el dedo índice de su mano derecha, buscó entre la espesura de rubios vellos la ranura del sexo y luego introdujo la uña profundamente en la vagina de su rival. La abundante
humedad existente favoreció la agresión y su dedo fue extraído en forma de gancho para producir el mayor de los daños. Un grito de dolor inundó el garaje y la rubia quedó inmóvil con las piernas
recogidas en posición fetal. El ataque fue visto claramente por Urs, que mencionó no duró más de breves segundos. Laura quería sentarse en la cara de su víctima para "humillarla" delante de su
hombre. Pero la rígida posición del cuerpo y los gemidos ininterrumpidos de dolor lo impidieron. Sólo se contentó con apoyar su pie derecho sobre la cara de su víctima en señal de triunfo. Lo curioso
era que Laura tenía importantes hematomas en la cara y sangraba por la nariz, en cambio Carmen no tenía lesiones visibles. A juzgar por los daños externos, la doctora era quien aparentaba haber
perdido. Entre ambos ayudaron a una inanimada Carmen y le brindaron como profesionales los primeros auxilios. Lo positivo es que se dio prioridad a la atención de la paciente por sobre el anterior
problema. Luego la vencedora fue al baño y por largo tiempo se duchó y limpió su boca de su anterior experiencia... Tenía mucho asco de la transpiración, aromas y otras secreciones intercambiadas en
el cuerpo a cuerpo.
CAPITULO IV:
El combate había sido ganado en menos de 8 minutos por una mujer que momentos antes estaba recibiendo una paliza y seguramente perdería el enfrentamiento. La rubia aunque de mayor fortaleza y
mejores puños, había sido derrotada con una táctica muy femenina y eficaz conocida por todas las mujeres del mundo. Por razones fáciles de suponer, esa misma noche Laura le exigió a Urs que durmieran
juntos. Había terminado con su rival y era hora de gozar con su conquistado hombre como había prometido. En la intimidad del dormitorio ella confesó estar eufórica; le había quitado el novio a otra
mujer y encima la había derrotado en una duelo de "hembra contra hembra". Si bien es cierto fue denigrada por algunos momentos, el triunfo final fue de la morena. Sólo se lamentó no haber podido
"humillar" a su rival. Le hubiera encantado apoyarle su sexo en la boca para hacerse lamer el clítoris y luego sus jugos como se estila en esos casos. Con odio comentó que jamás podrá olvidar el
horrible momento, en que su rival con toda soberbia, se sentó sobre su cara; acomodó la vulva sobre sus labios, y depositó toda su aromática humedad. Sintió vergüenza porque ello fue visto por el
disputado hombre, y estaba muy contrariada por no haber podido devolverle con creces sus "atenciones". Quería darle una revancha cuando se reponga de sus lesiones para darle un "final femenino" a la
futura pelea. Sin dejar de parlotear y con inocultable excitación Laura comentó que semanas atrás había presenciado una feroz riña de gatas entre dos jóvenes enfermeras. La pelea ocurrió en privado y
la vencida fue forzada a lamer el sexo de la rival, pagando muy caro su derrota. Las pocas mujeres presentes disfrutaron muy nerviosas del momento esperado. El hecho fue ocultado a los varones. Laura
entonces, le hizo comprender que, con ese denigrante "ritual", la víctima acepta todas las condiciones, incluso la pérdida de sus derechos sexuales sobre su hombre. Entre mujeres constituye una
suerte de reconocimiento del triunfo de una vagina sobre otra, y en su caso hubiera sido necesario para definir el problema en un 100%. Es un concepto muy femenino generalmente no bien entendido. Urs
desconocía este último hecho pero entendió que era normal en un Hospital con 15 enfermeras hubieran algunas riñas por motivos laborales. Laura dejó de hablar, estaba muy excitada y sutilmente ofreció
su cuerpo desnudo. Su piel tenía algunas huellas de la batalla, y estaba algo dolorida, pero no fue impedimento para que nuestro relator pasara una noche inolvidable.
EPILOGO:
Al día siguiente Carmen pidió licencia médica y nunca más regresó a ese Hospital. El hecho siempre fue guardado como un secreto entre los tres. Aunque la morocha siempre lo negó con firmeza, Urs
estaba seguro que Carmen había logrado una humillación más grave que la reconocida. No obstante, por la bravura demostrada, la feminidad de ambas estaba a salvo. Un par de semanas después, Laura se
había propuesto encontrar la nueva dirección de Carmen. No estaba conforme de la manera que había terminado ese duelo y no admitía una riña femenina sin la "humillación" total para la vencida. Urs
estaba admirado de su valentía, pero se opuso a una nueva pelea alegando distintas razones. Él sabía que el triunfo de la morocha había sido casual. "No siempre en una pelea felina la vencedora es la
gata más fuerte, sino aquella más hábil". Con toda seguridad su ex novia aceptaría gustosa volver a pelear y esta vez destrozaría a Laura. Por suerte para ella, tiempo después abandonó esa idea. Como
comentario final Urs relató a nuestro Grupo, que era un hombre de mundo; había presenciado excitantes shows de lucha femenina en los cabarets de Alemania, todos reales y violentos. Pero nada se
comparaba a una feroz pelea entre dos mujeres latinas. Estaba maravillado de la fortaleza espiritual y explosiva de las hembras por cuyas venas corre esa sangre volcánica. Meses después se casó con
Laura.
FIN